23.8.05

El último cigarro en la cajetilla; las sábanas transparentes, los amigos distantes, el deseo lleno de breves muertes y mudanzas. A lo lejos la mirada del tendero, despidiéndose poco a poco de la vida, igual que las nubes. Nadie sufre lo suficiente, pero todo mundo pretende hacerlo. Hablas del mañana y siempre es una marea de incertidumbres. Sólo tocas fondo cuando tiemblas y te abrazas a la almohada y piensas en comprar una nueva cajetilla de cigarros al siguiente día. En los supermercados se puede percibir el olor de las reses fragmentadas mezclándose con el pan recién salido del horno. Muy de vez en cuando el ladrido de un perro o el sonido de la escoba de la vecina, la de la mirada encabronada de tanta soledad.